CIUDAD REAL, 18 Ene. (De Nieves Sánchez y Eusebio García del Castillo para EUROPA PRESS) -
El agua embotellada se convirtió en un añadido al gasto por mes de familias y negocios, en la savia que circula por las máquinas de café de bares y sitios de comidas y en el ingrediente fundamental de unos sencillos macarrones hervidos en los fogones de una cantidad enorme de vecinos, que anhelan la llegada de una tubería que les aporte agua de calidad.
“Nos encontramos hartos. Con el agua que sale del grifo no te puedes lavar ni los dientes. Hay clientes del servicio de nuestra casa rural que nos han preguntado si es muy normal que les pique la boca tras cepillarse”, enseña Sonia Soto, dueña de un lugar rural y una peluquería en Almagro.
Cada día, esta almagreña debe esforzarse por seducir a sus clientas de que los tintes y artículos que usa son de calidad y es la composición del agua la que hace estragos en el resultado final.
En agosto de 2020, los municipios de Almagro y Bolaños se vieron obligados a tirar de pozos de urgencia para eludir limitaciones en pleno verano, frente a la frágil situación causada por la sequía del embalse de la Vega del Jabalón, que provee a doce ciudades de la comarca del Campo de Calatrava: Almagro, Bolaños, Ballesteros, Calzada, Cañada, Caracuel, Corral, Granátula, Moral, Pozuelo, Valenzuela y Villar del Pozo.
Almagro y Bolaños concentran mucho más de media parta de los 40.000 pobladores de estos pueblos y consumen el 65% de los elementos hídricos de la región, condicionada por el estado de la cuenca del Guadiana y, por lo tanto, del Acuífero 23.
La novedad de la apertura de sondeos en el campo cayó entonces como agua de mayo hasta la llegada de la solución determinante, que pasa por conectar los depósitos que toman agua del embalse, a fin de que empleen los elementos que vengan del acueducto Tajo-Segura mediante la tubería de la Llanura Manchega, que va a ser la que dé de tomar al Campo de Calatrava.
Dos años y medio después, el agua del grifo prosigue procediendo de pozos y muestra una elevada proporción de sales, magnesio y calcio.
En el Bar-restaurante El Gordo, en pleno corazón turístico de la provincia, la tarde está sosegada. Apenas unos cuantos parejas prolongan su café antes de regresar a enfundarse el abrigo.
Sus dirijas, Raúl y Teresa Serrano Dotor, suspiran y en su rostro comienza a desdibujarse la sonrisa en el momento en que se les pregunta por el agua.
No dan crédito a eso que ocurre y se preguntan por qué razón no se tomaron las medidas con tiempo, en el momento en que se veía venir que la comarca no podía tomar de un pantano seco.
“Poseemos un inconveniente gordísimo ya hace bastante tiempo. La tubería de la que charlan es una inversión colosal y ahora observaremos si llega, conque no sé qué haremos por el hecho de que el agua subterránea se agota. Tienen que ofrecernos una solución ahora”.
En su bar de la plaza Mayor de Almagro debieron crear un aljibe, frente a los continuos cortes en el suministro por las rupturas de cañerías que se generan, gracias a la presión que transporta el agua subterránea.
“Cuando hay una rotura de la general o en nuestra región, debemos tirar del aljibe pues no tenemos la posibilidad de estar una mañana o un día entero sin agua corriente, pero es que en el bar tuvimos 4 rupturas en tres meses y de la última nos enteramos pues el recibo superó los 700 euros”, afirma Raúl.
A su espalda cuelga el retrato sonriente de su hermano Domingo, el principal creador del negocio familiar hace 4 décadas. “¡Si él viviese ahora lo habrían escuchado en mucho más de un lugar!”.
Su hermana Teresa ten en cuenta que el agua de Almagro siempre y en todo momento fué mala, con mucha cal y cloro, pero desde hace años, además de esto, “destruye todo cuanto coge”. “El de la compañía de seguros nos mencionó que mucho más del 80% de los anuncios que tienen en el pueblo son por rotura de electrodomésticos”.
Cerca de allí, en el Hotel Arte y Descanso de Almagro, reina el silencio en la mitad de una estancia con una iluminación vigilada, llena de enormes cuadros y estatuas, una enorme mesa de madera y una máquina de agua mineral en el pasillo hacia el ascensor que lleva a las habitaciones.
Su regente, Nuria Rosell Sánchez, lamenta tener que comunicar a los turistas del peculiar gusto que descubrirán en el agua. “Nos preguntan si es afín al agua de Vichy y yo me río por no plañir. Cuando la prueban, bajan a por agua de la máquina para lavarse los dientes”, afirma.
En su casa de Bolaños impide duchar a su hija pequeña con la continuidad que lo haría en otras situaciones, aparte de quejarse del resultado en el momento de realizar una colada de ropa blanca.
“Sale manchada, pero es que además de esto tuvimos que mudar un par de veces la bomba de la aerotermia por el hecho de que se queda obstruida por la cal, en los filtros se amontonan piedras, verdaderamente”, mantiene, fatigada de la situación.
El Acuífero 23 es un acuífero semiconfinado y carbonatado, de composición volcánica. Se recarga tanto de manera superficial como subterránea.
“La presencia de mayor proporción de materiales sobre el acuífero provoca que la presión en exactamente el mismo sea mayor y, además de esto, mayor que la atmosférica”, enseña el almagreño Ismael Chaves, graduado en Ciencias Ambientales y con un máster de Geofísica y Meteorología.
Las consecuencias de esta presión y de la dureza del agua se aprecian en los electrodomésticos. El agua dura reduce el desempeño de las lavadoras al producirse sales insolubles, siendo preciso un cuidado mucho más recurrente y a consecuencia de ello las cañerías se obstruyen con mayor sencillez.
“Cuando en nuestras viviendas lavamos superficies como grifos, mamparas o cristales y dejamos que se sequen solas observamos de qué manera se muestran máculas. Esto es el calcio que se quedó tras evaporarse el agua. Después de bañarnos con agua dura, el jabón absorbe toda la humedad de la piel, percibiéndola seca, escamada o blanquecina e inclusive llega a picarnos”, apunta Chaves, que transporta aprendiendo en hondura el inconveniente del agua en el Campo de Calatrava desde 2019, alertado por su color y gusto.
La Junta de Comunidades inauguró el mes pasado de julio en Bolaños, a 4 km de Almagro, una planta de ósmosis. Una infraestructura que ha costado 750.000 euros para progresar la calidad de agua que llega a los hogares de los pueblos damnificados.
En esta ciudad los suspiros de resignación se repiten en el momento en que se charla de agua bebible. Allí vive y trabaja Gerardo Díaz Fúnez.
Se dedica a la reparación y cuidado de electrodomésticos en los 2 ayuntamientos y afirma que la vida de los aparatos que hagan empleo del agua se vió achicada “entre un 30 y un 40%” y no ha mejorado con la novedosa planta.
La cal, añade, fué siempre y en todo momento un inconveniente, asimismo en el momento en que procedía del pantano, pero no con los escenarios recientes y se aúna a la alta presión con la que llega, ocasionando “un padecimiento plus” en los aparatos.
“La gente está tan habituada que ni se protesta, que se les rompe el termo del agua ardiente, lo cambian en lugar de repararlo.
Los que tienen la posibilidad de, claro, los que no se soportan”.
En su casa instaló ósmosis pero el agua proseguía saliendo con gusto y la llevó a investigar. “Nos afirmaron que todos y cada uno de los factores estaban disparados y lo que hacemos es obtener, no nos fiamos. Nadie se fía del agua del grifo”, enseña Fúnez.
A la compañía bolañega de asesoría agrícola Sercopag llegan muchas muestras de sondeos para investigar. Su dueña Ana Díez advierte que en la mayor parte se puede ver un contenido elevado de restos de bacterias coliformes fecales y, por ende, hay que clorarla.
“La planta de ósmosis no marcha completamente bien y el líquido viene en ocasiones con altos escenarios de hierro y magnesio y al combinar ámbas aguas, la del pozo de Almagro con la de Bolaños, empeora.
Por eso la multitud procura consumir de sus sondeos, pero tienen que examinarla antes por el hecho de que no en todos los casos está permitida para consumo humano”, añade.
Es la situacion de María Jesús Almansa, agricultora y vecina de Bolaños, que ha analizado el agua de su sondeo para lograr autoabastecerse.
“Es capaz, pero hay que manejarla pues muestra un nivel prominente en una bacteria”. Harta de la situación enseña que ha debido mudar en un año los 2 filtros de la caldera. “Cuando el técnico los quitó estaban llenos de piedras y me ha costado 300 euros”.
El agua es fundamento de charla en los bares, en la calle, aguardando la vez en el puesto del mercado o en las asambleas de los hogares de las dos localidades, un runrún que no cesa.
Para Mari Carmen Ureña, lavarse los dientes todos los días es una genuina agonía, un trago amargo que le devuelve a la memoria la inversión que debieron llevar a cabo hace nueve años en su casa de Almagro.
“Nos gastamos unos 6.500 euros en una depuradora y ósmosis para filtrar el agua de la red, con lo que implica mudar toda la instalación”.
Al principio les sirvió, pero ya hace mucho más de un par de años es realmente difícil remover “el gusto a hierro y el fuerte fragancia”.
“En nuestro caso, no puede pasar por mucho más filtros y aun de esta forma no tenemos la posibilidad de ni cocinar con ella”, apunta esta almagreña, madre de tres pequeños.
Su marido y ella adquieren en torno a nueve garrafas de 8 litros por semana, gasto que se aúna al recibo trimestral.
“Pagamos lo mismo que siempre y en todo momento por tener agua bebible en internet, pero verdaderamente no la nos llega”, lamenta.
Aunque las últimas lluvias fueron recibidas con entusiasmo en previsión del comienzo de un periodo de tiempo húmedo, la verdad es que el pantano prosigue seco y los pozos que antes tenían una hondura bastante para obtener agua en este momento precisan ampliarse para lograr ese nivel freático y poder bombear agua a la área.
“El agua del acuífero cada vez está a mayor hondura gracias a que su cantidad es menor, concentrando una alta proporción de minerales y gases, volviéndose mucho más dura y arrastrando en los bombeos materiales que a veces son el lecho del propio acuífero”, apunta Ismael Chaves.