En Guadalajara, la Asociación de Municipios Ribereños ha expresado su pesar por un nuevo trasvase automático de 27 hectómetros cúbicos, enfatizando que las reglas vigentes deberían haber sido modificadas a estas alturas. Consideran cada metro cúbico extra enviado como un grave daño al río Tajo y resaltan la necesidad de reducir drásticamente los envíos en niveles 3 y 2 desde el pasado 10 de febrero.

Adicionalmente, los Ribereños advierten en un comunicado de prensa que el miedo de los regantes puede nuevamente obstaculizar la toma de medidas respaldadas por la ciencia en lugar de la política.

Lo que debería ser un indicio positivo, como el leve aumento habitual en el nivel de agua para esta época, se convierte en una carga adicional sabiendo que el agua entrante ya tiene destino. Según la asociación, quedaban 61,7 hm3 pendientes de trasvase, que ahora son 88,7 hm3.

Desde la cabecera del Tajo lamentan la tardanza en revisar las reglas de explotación, temiendo que el favoritismo hacia la agroindustria pueda evitar una solución a la problemática del río Tajo en un momento de agitación en toda Europa. El presidente de la asociación, Borja Castro, destaca que las demandas del sector no deben prevalecer sobre las necesidades urgentes de la cuenca cedente.

Castro confía en que el criterio técnico y las decisiones judiciales favorables se reflejen en unas reglas de explotación acorde con la situación actual, la ciencia y el sentido común, ya que el cambio climático se impondrá tarde o temprano en una industria insostenible desde hace décadas.

Los Ribereños hacen hincapié en que sus embalses fueron diseñados para una gestión a largo plazo y podrían hacer frente a hasta cinco años de sequía en caso de necesidad humana, tanto local como de otras regiones. Se plantea la disyuntiva de adaptarse a la realidad y mitigar los problemas o seguir un camino más duro, con el río Tajo agonizante, el Mar Menor contaminado y la tierra estéril a ambos lados de la tubería.