La Reconquista de Navarra es un capítulo fundamental en la historia de Castilla La Mancha y de la península ibérica en general. Este proceso se enmarca en el contexto de la lucha entre cristianos y musulmanes por el control de la península, que se extendió a lo largo de varios siglos.
Para entender la Reconquista de Navarra es necesario remontarse a los primeros siglos de la Edad Media, cuando los reinos cristianos del norte de la península ibérica libraban una lucha constante contra los musulmanes que habían invadido la península en el año 711. Durante este periodo, los territorios que hoy forman parte de Navarra estaban bajo dominio musulmán, siendo conocidos como la Marca Superior.
Uno de los hitos más importantes en la Reconquista de Navarra fue la conquista de la ciudad de Tudela en el año 1119 por Alfonso I el Batallador, rey de Aragón y Pamplona. Esta victoria marcó el inicio de la recuperación de los territorios navarros por parte de los reinos cristianos.
En el siglo XV, durante el reinado de los Reyes Católicos, se produjo un momento crucial en la historia de Navarra. En 1512, Fernando el Católico ordenó la invasión del reino de Navarra, que en ese momento estaba dividido entre dos facciones: los beamonteses, partidarios de la corona de Castilla, y los agramonteses, partidarios de la independencia de Navarra.
La conquista de Navarra por los Reyes Católicos fue un acontecimiento determinante en la historia de la península ibérica. En 1512, las tropas castellanas y aragonesas dirigidas por Fernando el Católico invadieron Navarra, provocando la rendición de los agramonteses y la ocupación de la mayor parte del territorio navarro.
Tras la conquista de Navarra, los Reyes Católicos instauraron un gobierno centralizado en la región, imponiendo su autoridad sobre los antiguos territorios navarros. Esta acción provocó resistencia por parte de los navarros, que se mantuvieron fieles a sus usos y costumbres.
La conquista de Navarra por los Reyes Católicos no fue aceptada de forma pacífica por la población navarra. Durante los años siguientes, se produjeron diversos levantamientos y rebeliones en contra del gobierno impuesto por Castilla, destacando la Revuelta de los Agustinos en 1521.
A pesar de la resistencia navarra, en 1524 se firmó el Tratado de Madrid entre Carlos I de España y Juan III de Navarra, en el cual se estableció la incorporación de Navarra a la Corona de Castilla y la pérdida de su independencia como reino.
La Reconquista de Navarra tuvo un impacto profundo en la historia de la región y en la vida de sus habitantes. La imposición del gobierno castellano significó la pérdida de la autonomía política y la supresión de las instituciones navarras, lo que generó un sentimiento de descontento y resistencia entre la población.
Además, la conquista de Navarra por parte de los Reyes Católicos supuso la implantación de nuevas estructuras administrativas y judiciales, así como la introducción de nuevas leyes y normativas que regulaban la vida cotidiana de los navarros. Este proceso de castellanización provocó tensiones y conflictos en la sociedad navarra, que se mantuvieron a lo largo de los siglos posteriores.
A día de hoy, la Reconquista de Navarra continúa siendo un tema controvertido en la historia de la región. La pérdida de la independencia y la incorporación a la Corona de Castilla dejaron una huella imborrable en la identidad de los navarros, que han luchado a lo largo de los siglos por preservar su cultura y sus tradiciones frente a la influencia castellana.
La reconquista de Navarra es un episodio clave en la historia de Castilla La Mancha y de la península ibérica en general, que ha dejado un legado cultural y político que perdura hasta nuestros días.