Crónica Castilla-La Mancha.

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Conmemoración de tres siglos de la muerte del ‘cura volador’ en Toledo, revivido por Saramago.

Conmemoración de tres siglos de la muerte del ‘cura volador’ en Toledo, revivido por Saramago.

En el marco de la conmemoración del 300 aniversario de la muerte de Bartolomeu Lourenço de Gusmão, la presidenta de la Fundación que preserva el legado del reconocido escritor portugués José Saramago ha compartido memorias sobre la importancia de este destacado científico y sacerdote, conocido como el "cura volador".

El subsuelo de Toledo, donde se encuentra una notable cantidad de momias bajo la iglesia de San Andrés, guarda también la historia de reyes, que se entrelaza con la vida de Gusmão, un hombre de ciencia que fue inmortalizado por Saramago en su obra 'Memorial del Convento'. Este 18 de noviembre marca tres siglos de su fallecimiento.

El periodista y autor Enrique Sánchez Lubián ha investigado la historia de Gusmão, quien falleció en el Hospital de la Misericordia y fue posteriormente enterrado en la parroquia de San Román. Durante años, sus restos permanecieron en el osario de dicha iglesia, lo que llevó a que su historia cayera en el olvido.

Es importante recordar que en 1709, Gusmão hizo historia al crear lo que se considera el primer artefacto volador, mucho antes de que los hermanos Montgolfier presentaran su famosa invención. Nacido en Brasil en 1685, Gusmão fue un fervoroso estudiante de física y matemáticas en la Universidad de Coimbra en Portugal.

Su empeño lo llevó a solicitar al rey Juan V de Portugal la patente de su "instrumento para andar por el aire". Finalmente, en agosto de 1709, logró que su creación volara ante la corte portuguesa, ganándose el apodo de "cura volador" y el nombre de 'Passarola' para su aparato.

Sin embargo, ese momento de gloria le trajo problemas, ya que un testigo de su hazaña, el Nuncio que más tarde se convertiría en el Papa Inocencio XIII, no dudó en tildarlo de obra diabólica. Esto provocó que Gusmão comenzara a ser visto con desconfianza y a sufrir las consecuencias de la persecución inquisitorial.

Finalmente, se vio obligado a abandonar Portugal, trasladándose a Toledo, donde llegó enfermo y falleció en el mismo hospital el 18 de noviembre de 1724. Su legado fue casi olvidado durante muchos años, hasta que en 1900 se redescubrió su partida de defunción, lo que condujo a un renovado interés por su figura.

Este renacimiento de su memoria se tradujo en un homenaje durante la festividad del Corpus en 1912. La ciudad de Toledo organizó un acto en su honor, recordando su contribución pionera a la aeronáutica, un evento que también incluyó una exhibición aérea de Pierre Lacombe.

Años más tarde, en 1926, en el marco de un Congreso Aeronáutico Iberoamericano, se reconoció su influencia sobre la aviación, llevando a cabo una nueva ceremonia que incluyó la instalación de una placa de homenaje en su memoria.

La vida de este innovador no dejó de atraer la atención, pero la inhabilidad de identificar con claridad sus restos en 1966 resultó en un trasplante simbólico de su memoria, cuando el Gobierno de Brasil solicitó su exhumación para integrarlos en un monumento en su ciudad natal.

La obra monumental de Saramago, 'Memorial del Convento', publicada en 1982, revitalizó la historia de Gusmão, presentándolo como un símbolo de la innovación científica y el humanismo. Pilar del Río, presidenta de la Fundación José Saramago, señala que este texto entrelaza la realidad del jesuita con una sátira sobre la grandiosidad del convento de Mafra.

La narrativa de Saramago toma a Bartolomeu como un representante de la ciencia comprometida con el bienestar de la humanidad, además de crear personajes emblemáticos como Baltasar y Blimunda, quienes, cada uno a su manera, contribuyeron al despliegue de el 'passarola'.

De esta manera, la obra de Saramago se convierte en un testimonio literario de cómo la colaboración y el entendimiento entre diferentes culturas y clases sociales pueden llevar a la grandeza, permitiendo finalmente a los seres humanos alcanzar sus sueños, como el vuelo del 'cura volador'.

Este relato de aspiraciones y convivencia ha resonado entre los lectores, consolidándose como un puente hacia el reconocimiento internacional de la obra de Saramago, que se inició con 'Memorial del Convento'. Del Río recuerda que, al encontrar a Pilar del Río, Saramago halló un amor que le acompañó hasta el final de su vida.

En un epílogo significativo, no se puede omitir que las últimas voluntades de Saramago incluyeron ser cremado junto a un ejemplar de su libro sobre el célebre cura volador, un símbolo de cómo la historia se entrelaza con sus emociones y su legado literario.